30 ago 2015

Día viente

 
Los días se suceden con la tragedia inacabada que dejó la despedida de mi tío Pedro.Atrás quedó el olor a vacío del llanto simulado y el calor implacable del tanatorio, como si las penas se pelearan amotinadas en un reservorio.
Me he ido a pasear por Triana, acostada en Juan Belmonte y en su tripa de Giralda perforada y me he sentado al otro lado de San Jacinto, en dónde aún se oye el eco afónico de la cava. Sevilla es así, motín de un verano despiadado, de primavera una nostalgia y recuerdo de un incienso que se quema en las entrañas.
Mi amiga Isabel quiso mucho a Pedro, se mataban de verborrea y se zurraban con saña y exportaban los odios malditos que yacen en las dos Españas.
Isabel es pija, de boutique de los remedios y Conchita se compra batas que le duran cuatro inviernos.
Y yo permanezco siempre en el lacónico término medio, lectora ciega y absurda de una España que no entiendo.
A las once nos hemos citado en un bar de tiza en la oreja, de altramuces y almendras fritas y gitanillas en la reja, Marivi, mi marido y yo e Isabel y su pareja.El novio de mi amiga es un empresario corrupto, comisionista de especulación y hurto, tunante de pliego y descargo, de los que siempre se quedan con algo.Es dictador ideológico de una absurda nueva tendencia y me jode y me revienta que se ria de mi impotencia. Sevilla, la nuestra, coetánea y siniestra, aventajada en su cisma, de desfalco una muestra, sinvergüenza y honrada, inmune ante nada, pretérita de leyenda, que a un Gran Poder se encomienda, respiradero de palio, de albañil y de andamio.
¡Sevilla, quién fuera eterna para vivirte cien años!

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario