1 jun 2015

Día siete

Día 7.

Hoy he salido al centro. Soy reacia a desmenuzar sus rincones porque su belleza me provoca la nostalgia de fuentes en las que se bañan irrespetuosos los amoríos de otras gentes.
Aún así, abrir los ojos al salir del parking me ha cegado la convicción indómita de vivir en dónde los naranjos en hilera dan tumbos como si de orfebrería repujada sembraran los campos.
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Macarena acaba de cumplir treinta años. Tiene los brazos de damasco y taconea a ritmo de bulerías un futuro que se tiñe de lágrimas, escupiendo penas a cada paso. Es flamenca de paritorio y sábanas de volantes y desde la puerta jerez a la calle francos, ciñe a su cintura un vestido en el que guarda el compás desgastado de los tarantos. Le conoció bajo el hierro del puente, un lunes de primavera y le arrancó los bolsillos del delantal , descosiéndole los encajes y haciendo hablar a la gente, mientras ella se enamoraba de aquel payo de traje escocés y camisa con tacto de piel de ante.

-Nunca más he vuelto a verle. He pasado primaveras bañadas de incienso, buscando a Miguel por las calles del centro, girando los hombros, volviendo con furia los cuerpos, y he anochecido en las madrugadas del altozano, mirando al puente, sumando odios y restando paciencia, repudiando las bendiciones del romero de mi decencia. Sólo sé recitar quejidos bajo mi moño deshecho cuajado de horquillas. Me ha dicho Berta que Miguel se fue de Sevilla.

Berta se quedó huérfana entre vómitos, caquexis y una cabeza sin pelo y entró a trabajar de interna, apenas cumplidos los viente, en la casa de una gitana con dinero. Encala fachadas con azulejos de Santiponce y friega de rodillas como lo hacía su madre, en los inviernos cetrinos de las cuevas del Sacromonte . Berta no tiene ni padres ni hermanos y descuenta soledades por docenas viendo bailar a Macarena.

Entrando en casa he visto a David, el hijo de Marivi, apostando con desidia su barbilla en la ventana. Él no sabe que tiene una hermana.


He vuelto extenuada por culpa de un prematuro calor de mayo.
Nunca entenderé la sempiterna y pérfida lucha entre gitanos y payos.

 

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