2 jun 2015

Día ocho

Día 8.

De pequeña era rara, o al menos, eso me han dicho.Me gustaba cantar copla y hacerme melenas interminables con los trapos limpios.Le hacía agujeros a las guitarras, escondía manojos de pelo en los rincones y me rompía los tímpanos con el hierro de los columpios.
A veces, sin darme cuenta, reconozco el error injurioso de hacer metáfora a destiempo y rascar con brocha fina la arqueología de cualquier recuerdo.Pero he aquí que mi mente es inaccesible o así dice, al menos,... el que impune me roba la almohada cada noche. 
  
He vivido siempre sentada en el bordillo de lo incomprensible y he sido diana de una envidia que ha terminado sentándose a mi mesa.De mis dedos de la mano derecha podría descontar dos para sumar los amigos que tengo pero lo que ellos no saben es que son los pilares del aire sobre el que me sostengo.Nunca llegué al término medio y me han golpeado con igual intensidad amores y odios.Con los últimos me he cosido mis remiendos y con el amor vestí de tul a los cuarenta mi propio sueño.

Pero soy netamente feliz, teniendo en cuenta, de las penas, los descuentos.Me transpongo mirando un muro liso y de cemento, absurdo como un lienzo, enfoscando historias que sólo descifran los más tiernos.De mí todo se habla y nada se cuenta pero allá cada cual con su guerra cruenta, silbo, sonrío y pongo en alto las piernas.

Hoy he atravesado de copiloto la S30.La velocidad me adormece y quién conduce a mi lado me mira con una pupila quieta que me enternece.

No lo tengo todo.

Pero tengo muchísima suerte.

Y nadie pudo robarme lo que me pertenece.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario