30 may 2015

Día cinco

Día 5.

Nunca he entendido esa manía analfabeta de tirar muebles viejos. Es como deshacerte de aquel ejemplar que compraste en el Foyles de Londres, amarillento, de hoja rígida y torneado en sus bordes por el retorcido paso del tiempo. Me gusta el olor de los libros viejos, húmedo, acuoso, con la textura avinagrada de la arruga que emborrona su letra. Los apilo en círculos perfectos y me tropiezo con ellos en la zancada torpe del amante que busca que otros narren por él lo que s...us entrañas sienten, exudando capítulos de ficción muerta.

Hoy he paseado al caer la tarde.

Mi vecina Marivi tiene dos prótesis de rodilla y una en la cadera derecha y su paso es racheado e intenso y me uno a su andar con el temple solidario de tendenciosa y simulada inclinación hacia la izquierda .Hace una temperatura de primavera engañosa y abreviamos el paso para esquivar una tos residuo de un invierno recalcitrante y enfermo y la ayudo sin ofender a sus huesos, silbando y compartiendo ruidos y silencios. Hablamos de su ex marido, un malnacido que se enamoró irremediablemente de la asistenta de la mayor de sus hermanas, una chica de piel pueblerina llamada Berta, dejándola atada a un gotero de valium y preñada de cinco meses y sino entera, medio muerta. Marivi tardó en olvidarle tantas lunas como años le restan. Y si no fuera porque le crujen las piernas, yo diría que Marivi está perfecta. Hay malnacidos que penetran en tus pupilas con soberbia para que tu corazón ni se olvide ni se libere de sus caricias cicateras y grotescas. Marivi afirma con rotundidad fingida que ya lo ha olvidado y yo le creo con tanta dignidad como la que tiene la cómoda que, junto al contenedor, yace abandonada y cosida a grietas.
He terminado la noche lijando.

Marivi se ha subido a casa y cena sola la tortilla deforme y reiterada de los últimos tiempos, componiendo una banda sonora con cada uno de sus lamentos.
Yo acaricio la madera como la que acuesta su mejilla sobre el algodón inacabado de una cajonera decapada y eterna y encuentro una foto desgastada y en sepia, que refleja el rictus inexpresivo de una sonrisa de comisura funesta.

"Con todo mi amor, para Berta..."

 
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