13 jun 2015

Día quince

Día quince.

Hoy es jueves y los jueves tienen su encanto.Huelen a descanso, a cena de amigos y a copas que maquillan el llanto.Llueve y se mojan las sandalias, le atizo manotazos al agua y olvido, por unas horas, de mis odios, las represalias.

Hemos ido a cenar a un restaurante de luz tenue y carta antigua, con paredes estucadas y estanterías con cachimbas.Huele a frío de Junio, imprevisto y estulto y un gorrilla despeinado golpea su soledad con insultos.Lo miro escudriñando ...su historia, la delgadez de su hueso, las grietas de sus zapatos y me cuenta que lo echaron otros gorillas del hospital de García Morato.

-Yo vivía con mi madre y apurábamos su paga las noches de invierno.La vieja se me murió una tarde, arropada y tosiendo y metí en la mochila unos zapatos viejos y mis únicos veinte euros.Yo sólo miro al río y le canto a sus puentes y esta noche busco aparcarle el coche a la gente.

Ramón no tiene casa ni tiene sustento y su esquizofrenia le dibuja cascabeles y muertos.Tiene el pelo seco, las pupilas perdidas y el andar esbelto y yo siento pellizcos en el centro de mi universo.Me alejo protegiendo mi cordura y Ramón se sienta en el bordillo, haciendo un puzzle con su locura.He vuelto a casa con humedad en la cintura, artrósica y vacía de pluma y sobre mi cama recuento, de los mares,cada luna.Tengo un hogar de paredes firmes y Ramón una alacena vacía y yo lavo mi conciencia en el sofá y rezo para que claree el día.

Decoro muebles y plancho mis historias pero la esquizofrenia de Ramón no se aparta de mi memoria.Recuerdo su pupila inquieta, la tos de su madre, la paga perdida y en cada letra que escribo me dejo una herida.

Mi casa y la vida.
Lo que no tiene Ramón.
Él sólo tiene la mirada perdida.

 

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