7 jun 2015

Día once


Hoy es domingo.
Los domingos son el camino de vuelta, el ocaso del ocio y la mordida esquiva del lunes que empieza.No me gustan, me provocan tristeza y la combato rebuscando fotos antiguas y contando legos por piezas.

Domingo se llamaba el santo de mi colegio y su recuerdo se tiñe de Puerta Real y de Alhambra, de peluqueras con moño y gafas de pasta y de monjas que derramaron sobre mí la lucidez de su casta.Luego se sucedieron viernes de ave maría purísima en un edificio abigarrado durante cinco inviernos y limpié teorías y dogmas con el ingenio apostado de niña pija de los Remedios.
Renegar de la Iglesia es un ejercicio de acristalado desagradecimiento porque mi amor por las letras lo gestó una monja delgada y vetusta, demócrata y complaciente que me enseñó que la subordinada sustantiva de la oración principal es siempre dependiente.

 Y así, entre hijas de ingenieros, abogados y médicos, aprendí credos y preces y los desobedecí todos casándome dos veces.De mi formación religiosa recito profetas como el que no quiere la cosa, tiendo al barroco tortuoso de mis sólidas creencias y tuve claro, desde un principio, que jamás estudiaría ciencias.Las matemáticas son las siestas del verano, sumo y resto con los dedos las manos y las equis sólo las recuerdo en los carteles del cine de la calle trajano.Pero con mis penas hago diarios mientras me enamoro cada lunes de cualquier abecedario.

Mañana es lunes y la comunión la hice vestida de monja.

Por eso creo en Dios.

Porque todo lo bueno lo absorbo como una esponja.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario