11 jun 2015

Día catorce

Me aturullan los nublados de Junio.Me provocan una nostalgia absurda, me agrietan el ánimo y tuercen, de mi camino, cada curva.

Hoy es mal día para ir al banco porque es como visitar a ese amigo que, cuándo le invitas, acude y, cuándo olfatea tu escasez, se olvida de tu santo.Los bancos se inventaron para regocijo de los ricos y para la defenestración épica de quién tiene poquito.La cajera tiene el pelo encrespado y muy negro y la ropa que viste es como de recién salida del pueblo.Es amable y considerada pero se le resbala el hocico cuándo intuye que no tienes nada.Espero paciente mi turno y detrás de la mampara serigrafiada con desahucios y créditos denegados se oye un diálogo propio de manifestantes descamisados.El aire se ha enrarecido de repente y el cajero automático aporrea euros de manera insistente.

Eduardo acaba de cumplir cincuenta años y arrastra un desempleo largo.Está cansado de girar puertas, mecer soledades y de que nunca le salgan las cuentas.Vive al borde de una esperanza siniestra, diluída, licuando el futuro con un humor silente que le apuñala si se descuida.Las sábanas se le enredan en la quietud de la noche y de madrugada fuma cigarillos en el coche.Eduardo ha perdido los abrazos y de los amores pasados sólo guarda pedazos.Ella se fue a la par que el trabajo y le dolió más su indecencia que el impago del préstamo que contrajo.
Ha pedido un descubierto para poder comer y detrás de la mampara la silueta de Eduardo me empieza a doler.Los límites de la dignidad se acuestan cínicos sobre su espalda y quién sabe a qué diablo Eduardo vendería su alma.No soporto su hilo de voz derrotado, su camisa hueca y sus estanterías vacías de muñecas.Le han otorgado la digna cantidad de doscientos euros en números rojos.Eduardo puede comer hoy pero hay lágrimas en sus ojos.
   
En la Junta se pelean hoy por llegar a un acuerdo de investidura.

Qué poca vergüenza.

Qué cara más dura.

 

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